sábado, 2 de febrero de 2008

reflexiones y para que nos sirve el identificarnos con el ave fenix


La mitología nos crea una figura maravillosa, un ser que para renacer debe arder en llamas y convertirse en cenizas. Hemos creado la imagen de un semidiós, un ser fabuloso, el único capaz de resistir la tentación, y es ese mismo ser, el que para continuar con su ciclo natural, seguir existiendo, debe afrontar su propia destrucción. Mientras transcurre la historia de la humanidad, el hombre aprende que la figura que él mismo ha creado le sirve de ejemplo en el día a día de su vida. Todos hemos enfrentado de alguna manera el fracaso. Lo que varía es la definición que cada uno le da. El fracaso puede ser el no alcanzar los objetivos, así como perder lo logrado. Hay quienes se proponen conseguir, el reconocimiento, el dinero, así como los que marcan los objetivos en lo profundo de sí mismos, buscando la satisfacción personal. En todos los niveles descubrimos que hombres y mujeres se ensañan por conseguir lo que desean, muchos se quedan por el camino, otros continúan aun habiendo perdido toda esperanza. Pero hay algo que es seguro: todos ellos enfrentan caídas. Incluso aquellos a los que simplemente se les “fue dado” lo que buscaban deben usar su ingenio y esfuerzo para mantenerlo. El grado del fracaso, al que acompaña la frustración y el sentimiento de impotencia, depende directamente del nivel de compromiso de la persona con sus sueños u objetivos. Éste no puede ser impuesto por otros, nadie ni nada, más que el individuo, puede modificarlo. El camino es largo, los fracasos parecen derrotarnos, la vista se nubla y no es posible definir la realidad, se pierde la orientación. Todo quien ha vivido realmente ha pasado por esto, es perder el limite entre el bien y el mal, no tener la certeza de qué hacer, o perder seguridad en cada paso. Es necesario tener claros los objetivos, para utilizarlos de lucero en tiempos de crisis. Como vemos, nuestras vidas enfrentan constantemente el “ciclo del ave fénix”. Para seguir adelante demos atravesar nuestras propias cenizas. De cada uno depende el camino a seguir a partir de que se arde en llamas. Se puede abandonar el camino elegido o descubrir le energía que llevamos dentro, que no permitirá la rendición frente a un desafió. Un fracaso puede ser también la oportunidad para analizar los objetivos buscados y replantearse el sentido de la búsqueda, pudiendo ser la chispa que encienda el intelecto para descubrir nuevos caminos, lo que REALMENTE, queremos “encontrar” para nosotros. El tiempo pasa, la tecnología avanza, así como la sociedad. Pero, la pregunta sería ¿avanzamos para bien? ¿la humanidad vive mejor? Hasta la más optimista de las personas reconocería que la respuesta a estas preguntas es negativa. Nos hemos centrado en las individualidades, venimos de una historia en la que el individuo no existía como tal, luchamos contra esto y vencimos, trajimos al individuo al primer plano. Pero nos olvidamos de un detalle, este extremo es tan malo como lo fue aquel otro. El ser humano ya no padece de muchas enfermedades, la medicina y la tecnología las han vencido. Pero a cambio, millones de personas son a diario victimas del nuevo estilo de vida que ha creado un nuevo mal, mucho mas difícil de vencer y que afecta directamente la calidad de vida de las personas: la soledad. Nadie está a salvo de ella. Todos la sentimos alguna vez, incluso a veces es necesaria para conocernos un poco más a nosotros mismos. Pero es fundamental un equilibrio, tener momentos solitarios, aun mejor si son buscados y encontrados por cada uno de nosotros. Si nos permitimos buscar la felicidad junto a los otros, si realmente lo sentimos, sólo así, conseguiremos el equilibrio entre el individuo y el conjunto. El equilibrio, la armonía, elementos que a nadie le falta en su definición de un mundo perfecto. ¿Un mundo perfecto? No se trata de conseguir un mundo perfecto, se trata de acercarnos lo más posible aél. Hay tantas ideas del “mundo perfecto” como personas hay en el mundo. La única forma de que ese mundo fuera en verdad perfecto, sería que se adaptara a todas y cada una de estas definiciones. Recién ahora comprendemos que esta idea no pasa de eso, una idea. Pero cada acto que nos acerque un poquito más a nuestra utopía, habrá valido la pena, habrá sido fundamental para la humanidad del futuro, aquella que fundará sus cimientos en lo que nosotros hagamos y creamos hoy. No podemos juzgar el presente con valores del pasado, aunque éstos fueron útiles en su momento no pertenecen al ahora. No es posible readaptar la realidad a nuestros valores, y nos negamos a que éstos sean cambiados. No estamos dispuestos a cambiar lo que depende de nosotros, aquello que alguna vez nos fue útil, por miedo a perder el “rumbo”. Al negarnos a soltar, quedamos estancados. Sería prudente arriesgarnos a soltar lo que fue, para dejarlo atrás y buscar mejorar la situación. Olvidar nuestros límites y descubrir la capacidad creadora del ser humano. Mantenernos fieles a los valores en su esencia, pero buscándoles un enfoque más actual. Al final, si todo saliera mal, simplemente enfrentaríamos una nueva derrota, y al igual que nuestra ave mitológica, un mundo joven y nuevo nacería de las cenizas de este mundo, que ya arde en llamas.

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